...Todo juicio de la realidad cubana que se regodee en nuestras carencias, defectos y errores, y desconozca cómo el imperialismo actúa sobre Cuba y los efectos dramáticos que causa, cómo limita nuestro desarrollo, carece de objetividad. No se puede hablar solo de números, que serían suficiente razón: ¡164 mil millones de dólares, o 1.5 billones a precios del oro! Hay que mencionar los daños humanos, los muertos, los que no debieron morir, las heridas, los sufrimientos y la fractura de las familias, el aplazamiento de sueños, la impotencia de desplegar las fuerzas y la inteligencia propias, la imposibilidad de ejercer a planitud nuestra cultura e ideas. Por eso, el principal campo de batalla del imperialismo es en ese ámbito intangible: hacer que sus víctimas asuman la lógica del verdugo...
INTERVENCIÓN DEL EMBAJADOR DE CUBA EN ARGENTINA, PEDRO P.
PRADA, EN LA MESA REDONDA INTERNACIONAL “LA OFENSIVA IMPERIALISTA EN AMÉRICA
LATINA, CONVOCADA POR EL CAPITULO ARGENTINA DE LA RED EN DEFENSA DE LA
HUMANIDAD
Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, 26 de junio de 2025.
Queridos amigos:
Eso de ser frutilla del postre[1]… afortunadamente hemos tenido un buen asado previo y eso da energías para cumplir el encargo que se me ha hecho hoy: cerrar esta mesa y abrir un espacio para pensar en los desafíos que tenemos por delante. Y hacerlo, además, desde una experiencia nacional que no arranca en 1959, con el triunfo de la Revolución.
Cuando en 1916, Lenin escribió “El imperialismo, fase
superior del capitalismo”, ya ese mismo sistema instalado en los Estados Unidos
de América, había librado su primera guerra de despojo contra las potencias coloniales
de su época y Cuba había conocido sus consecuencias.
Un poco antes, desde 1884, un cubano, José Martí, había
descrito en agudos detalles, la interrelación entre los monopolios y la
oligarquía financiera y sus esfuerzos por hallar fuera de sus fronteras nuevos
mercados, áreas de influencia y mano de obra barata, en el marco de nuevas
relaciones internacionales.
No eran ni el análisis económico de Marx, ni la brillante interpretación
de Lenin, pero Martí, adelantado a su tiempo, fue capaz de advertir el peligro
extraordinario que representaba la nueva potencia emergente, y de prever,
además, el destino que correspondería a su Patria, última colonia de España, y
a Nuestra América, de erigirse en varapalos de la voraz expansión.
La materialización del viejo sueño húmedo de Jefferson y
Adams de convertir a la isla en la más jugosa adición que pueda hacerse a la
Unión americana[2],
como parte de su Doctrina Monroe; la independencia frustrada de Cuba en 1898,
por la intervención militar estadounidense; la imposición de un acuerdo de paz
que dejó a los cubanos al margen, el nombramiento de un administrador
neocolonial, la redacción de una Constitución en Washington, enmendada poco después
con una cláusula[3]
que garantizaba la injerencia y la ocupación -ahí está la base de Guantánamo-,
y la designación de un presidente, todo como condición para ser república, fueron
hechos que marcan nuestra historia nacional y testimonian el nacimiento del
imperialismo.
Cuba fue, en la primera mitad del siglo XX, el gran
laboratorio imperial: de la explotación económica -básicamente azucarera- y el
control del comercio regional, del cual La Habana siguió siendo epicentro,
pasaron a la experimentación de procesos de socialización del capital
financiero, de fórmulas productivas y de técnicas comerciales que luego se
expandirían por el mundo. También, utilizaron a Cuba como campo de
entrenamiento de sus fuerzas militares y represivas, y lanzaron desde la isla más
de una agresión contra otros países de la región.
Esta acumulación de hechos aceleró la maduración del
pensamiento político y social cubano, las luchas populares, aceleró el ingreso
de las ideas más avanzadas de la época y nutrió la rebeldía nacional que luego
se viera expresada contra otras tres ocupaciones militares yanquis, contra gobiernos
proimperialistas dictatoriales y en la oleada revolucionaria que inició Fidel
Castro, quien sin haber siquiera alcanzado el triunfo, avizoró que aquella
guerra de liberación sería superada por otra más larga y cruenta, entre el
imperialismo estadounidense y la revolución cubana.
Esa guerra se libra hace 66 años. Ha tenido momentos de
cañonazos en los que experimentaron con soldados propios, con mercenarios, con napalm
o fósforo. Y ha tenido momentos de terror que causaron 3478 muertos, 2099
lesionados, cientos de desaparecidos en el estrecho de la Florida, miles de
niños arrancados de sus familias, cientos de atentados contra líderes
políticos, embajadas y diplomáticos; más de un millón de animales sacrificados
por fiebre porcina, cientos de miles de hectáreas de cultivos arrasados por la
sigatoka negra, el mosaico, el moho azul y el thrips palmi; miles de seres
humanos infectados por dengue hemorrágico[4].
La joya de la guerra imperialista contra Cuba ha sido el
prolongado bloqueo económico, comercial y financiero, concebido para privar al
gobierno cubano de recursos materiales y financieros, y causar hambre,
sufrimiento y desesperación en el pueblo, para que se alce y derroque a su
propio gobierno. Un bloqueo que se han empeñado permanentemente en
invisibilizar, aunque es extraterritorial y hunde sus tentáculos en todo el
mundo. Un bloqueo que constituye el más amplio, profundo y complejo sistema de
medidas coercitivas unilaterales aplicadas en tiempo de paz contra país alguno
por tan largo tiempo, y que, al condenarlo cada año, la ONU lo tipifica de “genocidio”
en el artículo II, inciso c, de la Convención que previene y castiga ese
crimen.
Les había dicho antes que Cuba ha sido un campo de ensayos
del imperialismo. Su agresividad contra nuestra Patria siempre ha estado
acompañada de lo que hoy llamamos fake news, guerra cultural o cognitiva, subversión
ideológica, lawfare y otras formas de ejercicio de poder “blando”. De hecho, la
guerra hispanoamericana iniciada en 1898 se lanzó con una operación que combinó
subversión del régimen español, con un sabotaje terrorista contra un crucero estadounidense
en el puerto de La Habana y la difusión de noticias falsas -es famoso el
mensaje de William Hearst al corresponsal que cubría la guerra de independencia:
“Usted ponga las imágenes, que yo pondré la guerra”[5].
Así ha sido hasta hoy, primero para construir el imperio caricaturesco
de La Habana, regido por transnacionales y grupos mafiosos; después para
derrocar el único poder genuinamente libre, independiente, democrático y
popular, ¡socialista!, que se ha podido constituir en la isla.
Últimamente ha sido noticia que, como resultado del
desfinanciamiento de la USAID y de la comunicación gubernamental en Estados
Unidos, sufrieron recortes -no eliminación- diferentes programas de subversión
y radiodifusión hacia Cuba. El hecho real es que en los últimos años se han
destinado más de doscientos millones de dólares a dichos programas de cambio de
régimen, y que llegaron a emitirse hasta 3 mil horas semanales de transmisiones
que los apoyaban, pero eso ha ocurrido a lo largo de cada uno de los últimos 66
años.
Además, hemos convivido dentro de un mundo donde Estados Unidos,
las oligarquías nacionales y transnacionales y sus medios, lograron
homogeneizar la cultura de masas, el discurso y el pensamiento de sus centros
de poder con una unicidad y disciplinamiento impresionantes.
Fue reactivado el Memorándum Presidencial No.5 de 2017 que afirma
abiertamente los objetivos de cambio de régimen en Cuba, de restringir el
turismo, apoyar la subversión y aplicar el bloqueo a través de la Ley
Helms-Burton.
Empresas e instituciones fueron reincorporadas a la lista de entidades cubanas
restringidas, con las que se prohibe realizar cualquier transacción, y que
tiene un alcance extraterritorial.
La empresa de remesas Orbit S.A. resultó incluida en la lista de
entidades cubanas restringidas, lo que forzó a la Western Union a suspender
actividades en Cuba, afectando a las familias cubanas.
Reactivaron el Título III de la Ley Helms-Burton, que permite demandar
en tribunales de Estados Unidos a quienes inviertan en propiedades
nacionalizadas en Cuba al triunfo de la Revolución, incluyendo las que
pertenecieron a ciudadanos cubanos posteriormente naturalizados estadounidenses.
Terminaron el programa de parole humanitario para cubanos y la
aplicación del CBP One, para solicitar ingreso por ocho puertos de entrada a
EE.UU.
Suspendieron el otorgamiento de visas a cubanos para intercambios
culturales, deportivos, académicos, científicos y de cualquier otro carácter.
Incluyeron a Cuba en la Lista de Países que no aplican medidas
antiterroristas efectivas en sus puertos, autorizando al Servicio de
Guardacostas a imponer requisitos adicionales a embarcaciones que provienen de
territorio cubano, por la designación del país como estado patrocinador del
terrorismo.
Prohibieron a instituciones ubicadas en Cuba el ingreso al repositorio
de datos de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
Suspendieron las conversaciones migratorias entre ambos países.
Negaron los pagos y exigieron apertura de cuentas en el exterior a propietarios
privados cubanos en la plataforma de alojamientos Airbnb.
Impusieron a la Embajada de Cuba en Washington un régimen de
notificaciones previo a cualquier intercambio con autoridades o visitas a
gobiernos locales, estaduales, centros educacionales y de investigación,
incluyendo instalaciones agrícolas y laboratorios nacionales.
Prohibieron la entrada a ese país de funcionarios judiciales,
autoridades deportivas y deportistas.
Suspendieron la entrada a Estados Unidos de inmigrantes y no inmigrantes
cubanos en diferentes categorías de visas que respaldarían negocios, turismo, intercambios
de estudiantes y académicos.
Adicionalmente, limitaron el acceso a tecnologías estadounidenses de
inteligencia artificial a un grupo de gobiernos que consideraron
"adversarios extranjeros", entre los que incluyeron a Cuba.
Figuras de origen cubano en el actual gobierno han dicho con
repugnante franqueza y crueldad que cada medida ha sido diseñada con
milimétrica precisión para causar el mayor daño posible en las familias cubanas,
y que el sufrimiento será necesario[6].
Todo juicio de la realidad cubana que se regodee en nuestras
carencias, defectos y errores, y desconozca cómo el imperialismo actúa sobre
Cuba y los efectos dramáticos que causa, cómo limita nuestro desarrollo, carece
de objetividad. No se puede hablar solo de números, que serían suficiente
razón: ¡164 mil millones de dólares, o 1.5 billones a precios del oro![7]
Hay que mencionar los daños humanos, los muertos, los que no debieron morir, las
heridas, los sufrimientos y la fractura de las familias, el aplazamiento de
sueños, la impotencia de desplegar las fuerzas y la inteligencia propias, la
imposibilidad de ejercer a planitud nuestra cultura e ideas. Por eso, el principal campo
de batalla del imperialismo es en ese ámbito intangible: hacer que sus víctimas
asuman la lógica del verdugo.
La resistencia cubana solo puede entenderse si se comprende
que parte de defender la descolonización del pensamiento, esa herencia nefasta
a la que se refirió Frantz Fanon, que paraliza la liberación de los pueblos. Si
se percibe que fueron la cultura y las ideas más avanzadas las que cimentaron
valores y forjaron carácter y conductas realmente libres. Si se entiende que
las transformaciones sociales verdaderas solo pueden hacerse desde el pueblo,
con el pueblo y para el pueblo, donde el pueblo sea protagonista participante y
líder colectivo.
Los mitos de la represión, de los presos, de la censura, que
pueden ser posibles como actos de autodefensa de un poder legítimo, no explican
cómo la inmensa mayoría de un pueblo ha resistido tantos años de guerra, tantas
pérdidas y tanto dolor, y en ese torbellino de violencia, no ha dejado de ser bueno
y justo. Nos lo había advertido José Martí en 1992: la guerra principal que se
nos hace es de pensamiento, y a pensamiento hay que ganarla. Hemos cumplido
hasta hoy, pero no es suficiente.
Cada acto del imperialismo contra Cuba reafirma una verdad
inocultable: en su pobreza material y en su riqueza de espíritu, el modelo de
sociedad elegido y construido por los cubanos es viable, es lo más parecido a
la libertad y democracia que muchos sueñan, es el modo más justo y solidario de
distribuir y compartir riquezas en un país pequeño, de escasos recursos, en un
mundo gobernado por fuerzas egoístas y poderosas. Y, por el contrario, refleja,
como ante un espejo, todo de lo que carece quien intenta imponer su modelo a
los demás.
En resumen: no basta con ver a la expansión imperial y sus
brutales coletazos como amenazas de esta fase brutal del capitalismo. Hay que
asumirlo, a sabiendas que resulte en tener que vivir sin precio. Hay que
enfrentarlo en unidad, con firmeza, con claridad de objetivos, con identidad
cultural y conciencia propias, con justicia y equidad.
La lucha cubana contra el imperialismo ha dejado también otras
lecciones: el enfrentamiento no se circunscribe al ámbito nacional. Somos parte
de un mundo que sufre tanto como nosotros. Baste mirar a Gaza, baste mirar al
desatino de bombardear instalaciones nucleares en Irán, baste mirar a la guerra
en Europa y el resurgimiento del fascismo, baste saber que el antiguo imperio
hegemónico ya no lo es, y no acepta alternativas a su opresor poder, aunque
sean multipolares.
Debo añadir que ser internacionalistas y solidarios ha sido el
mejor antídoto antimperialista. Combatir contra el imperialismo, donde quiera
que esté, es un legado que permanecerá vivo mientras éste exista. Defender la
condición humana en toda circunstancia nos protegió del odio y sus diferentes
formas de exclusión humana. Marchar unidos en nuestra diversidad como pueblo,
nos preparó mejor para entender la diversidad del mundo en que vivimos y
defender también su unidad sobre similares bases. Insistir en utopías cuando
otros las desarman nos ha permitido tener planes, programas y proyectos
permanentes, adaptados a su tiempo. Ser rebeldes, insatisfechos, autocríticos,
y enfrentar nuestros propios demonios, nos salva de la molicie, el tedio y la
decepción, tan comunes a la política de nuestro tiempo. Entrenarnos en
construir y defender lo alcanzado ha garantizado nuestra permanencia, templanza,
creatividad y resiliencia, y ha permitido que, incluso, en la maraña de
mentiras que nos oscurece más que los apagones, y que nos aísla, nuestra verdad
irrumpa como luz quemante.
Y un último aprendizaje: aún si sobreviene un período de paz
y entendimiento, ni un paso atrás. No confiar en ellos, porque como alertó el
Che, “en el imperialismo no se puede confiar, ni tantito así, ¡nada!”
[1] La
coordinadora de la Mesa Redonda Paula Klachko, presidenta del capítulo
argentino de la Red de Artistas e Intelectuales en Defensa de la Humanidad,
había presentado al Embajador como la frutilla del postre del intercambio.
[2] Beveridge, A. (1901): Cuba
and Congress. En The North
American Review, Vol. 172, No. 533 (Apr., 1901), pp. 535-550 (16 páginas). Consultado en Internet el
25.06.25, en https://www.jstor.org/stable/25105151?seq=1
[3] Se
refiere a la Enmienda Platt, aprobada en el Congreso de Estados Unidos para
enmendar la Constitución cubana, que llevó al general Leonard Wood,
jefe de las fuerzas de ocupación en la isla, a afirmar: “Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt”.
[4] Ver
Demanda del pueblo de Cuba al gobierno de los Estados Unidos por daños humanos
(1999) – en Internet: http://www.cuba.cu/gobierno/DEMANDA.html-
y Sentencia en la Demanda del pueblo de Cuba al gobierno de los Estados Unidos por
los daños económicos ocasionados a Cuba (2001), Editora Política, La Habana. El
cálculo de los daños económicos se actualiza anualmente en los Informes de Cuba al
Secretario general de la ONU sobre el cumplimiento de las resoluciones de la
Asamblea General que llaman a Estados Unidos a poner fin al bloqueo económico,
comercial y financiero contra Cuba.
[5] Hamilton,
J. (2924); La explosión del Maine: una guerra basada en fake news. Consultado
en Internet el 25.06.25, en https://historia.nationalgeographic.com.es/a/explosion-maine-guerra-basada-fake-news_19919
[6] Se
refiere a declaraciones expresadas en diferentes momentos por el hoy secretario
de Estado Marco Rubio y por el exfuncionario de la Casa Blanca Mauricio Claver
Carone.
[7] Informe
de Cuba en virtud de la resolución 78/7 de la Asamblea General de las Naciones
Unidas, titulada “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y
financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba” (2024).
Consultado en Internet el 25.06.25 en https://cubaminrex.cu/sites/default/files/2024-09/InformeB2024.pdf
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