Mucho se ha indagado, durante varios
años, en las causas del fracaso de la experiencia soviética de construcción
socialista. Comparto el criterio de los que sostienen que el origen de la
distorsión, crisis y derrumbe de aquel proyecto de emancipación humana debe
buscarse en acontecimientos que sucedieron hace 80 o 90 años.
Ahora se nos propone un texto singular, el de un testigo cubano de excepción, que recrea el final de la URSS desde la agudeza del periodista entrenado y nos entrega algo de sus memorias de la época convulsa de la perestroika y la glasnost. Pedro Prada logra captar el instante que revela el desbordamiento de las posibilidades de regeneración socialista del régimen soviético y demostrar, en una suerte de lógica inversa pero implacable, que lo más significativo del mal ya estaba hecho cuando Gorbachov empuñó el timón de la carcomida nave del Partido y el Estado de la otrora gran potencia. Aun así, me identifico con este autor en el criterio de que era posible intentar una renovación dentro del socialismo, que lamentablemente no puede pasar en modo alguno la prueba de la Historia.
Ahora se nos propone un texto singular, el de un testigo cubano de excepción, que recrea el final de la URSS desde la agudeza del periodista entrenado y nos entrega algo de sus memorias de la época convulsa de la perestroika y la glasnost. Pedro Prada logra captar el instante que revela el desbordamiento de las posibilidades de regeneración socialista del régimen soviético y demostrar, en una suerte de lógica inversa pero implacable, que lo más significativo del mal ya estaba hecho cuando Gorbachov empuñó el timón de la carcomida nave del Partido y el Estado de la otrora gran potencia. Aun así, me identifico con este autor en el criterio de que era posible intentar una renovación dentro del socialismo, que lamentablemente no puede pasar en modo alguno la prueba de la Historia.
Prada afirma, sin dejar dudas: «porque
con todas sus mataduras el modelo soviético era original, en la URSS se habrían
podido superar los errores sin destruir la organización, la moral y la
autoridad del Partido, ni los logros y la historia de la revolución socialista
soviética; se habrían vencido las faltas, incluso si se hubiera prestado debida
y temprana atención a las cartas de los trabajadores y dirigentes de base que
se recibían en febrero de 1990 en las oficinas del Comité Central:
»El Comité Central y el Buró Político
son responsables por el proceder ilógico y la tardanza en la dirección de la
perestroika […]. El partido no cuenta con una plataforma ideológica integral […]
el papel dirigente ya no le pertenece ni al partido ni a los militantes, sino
al aparato; y es precisamente este último el que desacredita al partido […].
Nuestra tragedia radica en que al igual que antes, no hay forma de que podamos
renunciar al poder unipersonal en el Estado y el partido […]».
Con evidente intención, Prada enfatiza en la
diferencia entre los procesos de construcción socialista en Cuba y en la URSS,
si bien no es este uno de los temas centrales de su trabajo. La penetración de
lo esencial de estas diferencias sigue siendo una asignatura pendiente para los
estudiosos cubanos. Ello, sin embargo, no es un obstáculo para que Prada
acierte notablemente en la descripción de la actitud de sus compatriotas ante
la perestroika y la glasnost:
Van a hacer veinte años que La Habana, que todo
lo observa desde la atalaya de sus hijos más preclaros, hasta desde el corazón
del más humilde, miró con perplejidad y dolor cómo se derrumbaba un mundo que
creía avanzada de sus propios sueños. En el estruendoso desplome descubría las
grietas, las falsas columnas, los blandos cimientos y la cerrazón de ventanas
que no tenía o que podían surgirle a su propio edificio, al que habría que
reparar a tiempo, o que nunca podría tener. Estaba alertada por su gigante que
aquello pasaría, pero aún así ofreció el beneficio de la duda.
Prada se detiene en los temas de rigor de la
extensión y corrupción de la burocracia y de la apatía y desideologización de
la ciudadanía, claramente identificados como causas de larga data del derrumbe
soviético. Con agudeza escudriña el aspecto cultural del problema, advirtiendo
cuán indefensa estuvo la población de la URSS ante el contraste con Occidente,
en términos de la calidad de vida real, pero sobre todo, en la visión que de
esa vida se ofrecía por los medios de comunicación, que los aparatos culturales
soviéticos no podían contrarrestar. Más allá de la burocratización y la
ineficacia del sistema de influencias ideológicas y culturales, el fondo de la
cuestión radica en la inexistencia, para el momento de la perestroika, de una
vida espiritual y una producción cultural auténticamente socialistas,
renovadas, capaces de superar al capitalismo.
Al abordar estos asuntos y acompañarlos de una
abundante información fáctica, Prada se nos revela como un certero testigo del
desmadre y parece lanzarnos la advertencia de que no nos pase lo mismo.
El autor ofrece un enfoque riguroso del papel de
Occidente y en general de los aspectos geopolíticos en el proceso de la
perestroika y en la desintegración de la URSS, que aunque trata sobre
cuestiones ya conocidas, incluye informes reveladores, entre ellos una
exquisita referencia al papel de Margaret Thatcher, que se remonta incluso a la
entronización de Mijail Gorbachov como líder del PCUS. El agotamiento y
descalabro de esa y otras organizaciones políticas es uno de los pasajes más
logrados del libro. Un acierto importante es lo bien calibrado que ha sido el papel de Gorbachov. Se verifica, sin
dudas, que fue influido desde Occidente. No puede probarse más. Abrió muchos
frentes e hizo muchas concesiones.
Otro pasaje de una suerte de mirada a la
perspectiva geopolítica de la política de URSS en tiempos de Gorbachov es la
apreciación sobre la actitud ante el llamado tercer mundo: Prada aprecia
justamente la perspectiva imperialista de esa actitud. Apenas añado que lo que
hizo el gobierno soviético no fue más que quitarse la careta. La visión
imperialista de las relaciones de la URSS con los países en vías de desarrollo
y los movimientos de liberación nacional es muy anterior a la perestroika.
Con valentía intelectual, el autor fija una
posición fundamental sobre el golpe de estado de agosto de 1991: «Sin embargo, lo trágico de 1991 fue que en aquel
momento ni siquiera hubo una evaluación de las nuevas circunstancias políticas
nacionales e internacionales, por lo cual, implicar a lo que quedaba vivo de la
institución armada en aquella fallida intentona fue una última
irresponsabilidad de marca mayor».
Y en este aserto está contenida la
principal virtud del libro: el análisis del papel de las fuerzas armadas en
tiempos del derrumbe de la URSS. Cito:
[…] durante la década del sesenta
y en los años posteriores, en varias ocasiones, durante el cumplimiento de
importantes misiones en el exterior, se puso de manifiesto que el modo de
organizar y hacer el combate ya no podía ser por medio de las grandes
operaciones ofensivas y profundas, las cuales respondían a circunstancias
históricas y teatros militares distintos. La falta de elaboración de una teoría
y de preparación de las tropas para acciones regulares e irregulares trajo
consecuencias desastrosas con la consiguiente pérdida de numerosos efectivos y
recursos. Fue por eso una época de claras advertencias sobre cierto
enclaustramiento de las ideas y del arte de la guerra.
Prada aporta datos, referencias e
informes abundantes y valiosos sobre las organizaciones del Partido en las
fuerzas armadas. Se trata de cuestiones importantes poco conocidas, muy útiles
para conocer cómo se destruyó la influencia del PCUS desde dentro, aun en el
ejército. Como ya se ha dicho, se aprecia la incidencia de las fuerzas armadas
en el golpe de agosto de 1991. El golpe mismo es objeto de un análisis
revelador. La demostración del debilitamiento de la potencia militar soviética
contribuye a una mejor comprensión de las causas y las expresiones de la caída
de aquella experiencia de construcción socialista.
Junto al análisis y los argumentos
acerca del fracaso del proceso que comenzó como renovación y terminó en
descalabro, Pedro Prada concluye con comentarios y valoraciones acerca de la
desintegración de la URSS como estado multinacional.
Pero
más que todo eso, el factor decisivo del desgajamiento de la Unión, sobre todo
en su etapa final, fueron la prepotencia y el autoritarismo rusos que tanto
advirtió Lenin y que Stalin desestimó. Las irresponsables afirmaciones del
presidente Borís Yeltsin, de disponerse a revisar las fronteras del país aún
antes de los sucesos de agosto de 1991, desencadenaron una ola de declaraciones de
soberanía e independencia en todo el país, incluso dentro del propio territorio
de Rusia […].
En
resumen, el lector cuenta ahora con un libro útil, con información novedosa e
intenciones abarcadoras, escrito desde la experiencia concreta del autor.
Aparecen en él datos poco conocidos o insuficientemente recordados y se nos
ofrece la oportunidad de afianzar nuestro conocimiento del tema. Para los
cubanos y cubanas de varias generaciones, que vivimos con intensidad la
experiencia de la alianza con la URSS, este libro será una novedad apreciable.
Mientras leamos, el peso de la memoria y la esperanza que nos queda pueden concentrarse
en estas logradas líneas de Pedro Prada: «La historia dirá la última palabra
sobre aquel triste final de un siglo —su siglo— que los soviéticos llenaron de
gloria y esperanzas».
* (Intelectual y político cubano, actual Viceministro de Cultura de Cuba)
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