
La parte cubana insiste en su visión universal, concreta, interdependiente y despolitizada de todas las libertades y ofrece conversar con igualdad y respeto sobre todos los derechos, sin excepción, aquí y allá, convencida de que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Uno aboga por el libre albedrío ilimitado de las personas, sin importar que se aplasten las unas a las otras, mientras no interfiera en la libertad desenfrenada del mercado. El otro defiende la libertad con responsabilidad: más libres y más respetados mientras más se respeta la opción y el derecho del otro a ejercerla la suya. En nombre de los derechos humanos, uno financia y construye disensos artificiales que enfrentan y enconan; otro comparte lo poco que tiene de forma solidaria y cosecha gratitudes. Ambos hablamos de principios y valores, según cada quien los entiende y practica, pero el grande habla de poner de rodillas al pequeño y el pequeño aprendió a hablar de pie y a no bajar la cabeza.
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