A 99 años de fecunda vida, el ejemplo de Fidel conserva intacta toda su fuerza, vigencia y trascendencia. Sus ideas y palabras constituyen visiones radicales y enciclopédicas que, desde las epopeyas del siglo XX, marcan claves importantes de los nuevos escenarios de lucha en el siglo XXI, e invitan a renovar el pensamiento crítico, fuerza motriz de las grandes transformaciones sociales y de las revoluciones hacia el porvenir...
PALABRAS DEL EMBAJADOR DE CUBA EN ARGENTINA, PEDRO P.
PRADA, EN EL ACTO CON MOTIVO DEL INICIO DEL AÑO DEL CENTENARIO DE FIDEL CASTRO
RUZ
Teatro experimental Leonidas Barletta, Buenos Aires, 13 de agosto de 2025
Queridos amigos de Cuba, que es decir, amigos de Fidel:
Mucho antes de que Fidel fuera conocido en la
Argentina, y mucho antes de que las dos repúblicas establecieran relaciones
diplomáticas, sus pueblos, que venían de una historia azarosa, habían trazado
una ruta de abrazos en la que descuellan los nombres de José Martí, de los
presidentes Roque Sáenz Peña y Juan Domingo Perón y del comandante Ernesto
Guevara, junto a otros, cientos, miles, que tejieron la historia común.
Argentina no olvida que apenas cuatro meses después
del 1 de enero de 1959, Fidel Castro, convertido ya en líder de la revolución
cubana, llega a Buenos Aires para participar en una reunión del llamado Grupo
de los 21 (de la OEA). El gobierno de la República lo declara Huésped Oficial.
Interviene durante 90 minutos ante la reunión y describe con profundidad las
causas de la trágica condición económica y social de la región.
Fue el primer viaje de Fidel a estas tierras del sur,
de cuatro que hizo durante su vida. Y el impacto fue tal, que lo más lúcido de
la dirigencia política, de la academia, del periodismo y de la intelectualidad
de la época comenzó a viajar en masa a La Habana. Con ellos también llegaron
los maestros alfabetizadores de 1961, los médicos y estudiantes de medicina;
los perseguidos por las dictaduras militares.
Fidel volvió a la Argentina en 1995, para participar
en la V Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en
San Carlos de Bariloche; en 2003, para asistir a la toma de posesión presidencial
de Néstor Kirchner, y regresó en 2006, invitado a la XXX Cumbre del Mercosur,
que tuvo lugar en Córdoba.
Conversador insaciable, Fidel hizo trascendentes esos encuentros
en los que se actualizaba de las ideas y la política local, de la informada
visión argentina sobre los acontecimientos de la región, del panorama artístico
y literario, y cómo todo ello se reflejaba a través de la economía y la vida
cotidiana.
Sin embargo, sus ideas viajaron todo el tiempo; lo
hicieron durante años. Continúan haciéndolo hoy.
De ello conocen amplio y por igual el pueblo, las
organizaciones políticas, los líderes y los gobiernos argentinos, los
militantes de las mismas ideas revolucionarias y sus adversarios ideológicos,
las víctimas de las dictaduras militares y sus familias perseguidas, los que
nacieron después, “acorralados” por el neoliberalismo más salvaje, los
empresarios que nos han acompañado con comprensión por las enormes limitaciones
de un país bloqueado y necesitado de recursos, que no renuncia a honrar sus compromisos
con sus socios y aliados.
Un episodio de la relación entre Fidel y la Argentina
no se conoce suficientemente por esos deberes de la prudencia y la discreción
diplomáticas, y que ha sido manipulado con la falaz pretensión de avergonzar a
quienes respetan y admiran al líder cubano, y desacreditar a la Revolución. Se
trata de la posición asumida por Cuba y por Fidel en 1982, con motivo de la
guerra de las Malvinas.
Quien no sintió nunca el dolor de ver ondear sobre su
tierra, ocupada militarmente, un pabellón extraño, rodeado de fusiles y
alambradas, como lo vemos los cubanos en la bahía de Guantánamo, no puede
entender ese sentimiento y esa conducta, que no se basan solo en ideología,
sino en la razón histórica, en el derecho internacional, en sus principios, y
en un sentido amplio de dignidad, solidaridad, antimperialismo y patriotismo
latinoamericano. El actor y militante Manuel Santos
trasmitió un saludo del Centro Cultural
de la Cooperación y declamó el poema
Fidel, del gran poeta argentino
Juan Gelman.
Ese legado permanece vivo hoy para la política
exterior cubana y en las huellas de su actuación en numerosos organismos
internacionales y regionales.
Fidel anduvo muchas otras veces por la Argentina: lo
hizo en la presencia y voz del presidente de la República, Osvaldo Dorticós,
cuando en 1973 se firmó en Buenos Aires el restablecimiento de relaciones
diplomáticas con el gobierno de Héctor Cámpora.
Estuvo presente en la resistencia desmoralizadora
frente a sus torturadores de los jóvenes diplomáticos cubanos Jesús Cejas Arias
y Crescencio Galañena Hernández, secuestrados, asesinados y desaparecidos tras
el golpe cívico-militar de 1976.
Volvió en los más de mil 300 muchachos graduados en universidades
cubanas, en los miles de argentinos que recuperaron la vista en las cirugías
del Centro Oftalmológico Dr. Ernesto Che Guevara, de Córdoba, o en los otros
miles que han aprendido a leer y escribir a través del Programa de
Alfabetización Yo, sí Puedo. Ambos proyectos –el Centro Oftalmológico y el
Programa de Alfabetización- son obras de la Fundación Un Mundo Mejor Es
Posible, que también nació del aliento y fe que puso Fidel en los amigos
solidarios que la fundaron y hoy la sostienen con enormes esfuerzos. Ellos
aprendieron del líder cubano que quien no es capaz de sacrificarse por los
demás, es incapaz de sacrificarse para sí.
Fidel también viajó en los diálogos inteligentes y
fecundos con Raúl Alfonsín, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y en las
polémicas ardorosas y principistas con otros de sus gobernantes. Siempre se ha
imaginado cómo habría sido el encuentro con Juan Domingo Perón. No tuvo lugar,
pero los diálogos intermediados por John William Cooke y el Embajador Emilio Aragonés,
y la correspondencia hecha pública, revelan los hondos desvelos comunes de los
dos estadistas por los destinos de ambos pueblos, de la Patria Grande y de la
humanidad. Y no voy a hablar de los diálogos con el Che, porque esos son entre
cubanos.
Para no pecar de omisos, no han escaseado desde
Argentina los denuestos contra Fidel. Desde las críticas de ultraizquierdistas
que sueñan con revoluciones de manual, hasta las acciones de odio oligárquico,
proimperialista y mercenario. Ni siquiera faltó un escribiente rioplatense que
se atrevió a un ridículo augurio de “hora final de Castro”, del que Fidel se
burló durante 25 años, hasta que decidió partir por voluntad propia.
Sin embargo, han sido mucho más grandes, apasionadas y
expresivas, como solo pueden serlo entre los argentinos, las manifestaciones de
amor y solidaridad hacia el revolucionario cubano, hacia la revolución que él
lideró y hacia el pueblo que la protagoniza, quiere, transforma y defiende. La cantante Alexia Massholder y su grupo
aportaron canciones de Silvio Rodrìguez
y otras, argentinas, incluida la històrica
Milonga para Fidel, de Oswaldo Pugliesse
De ello dan fe los desafíos atrevidos al cruel bloqueo
económico, comercial y financiero con el que Estados Unidos ha pretendido
rendirnos por hambre y enfermedades que causen “sufrimientos y desesperación”.
Lo demuestran el silencioso apoyo en el rescate de los
restos del Che Guevara y sus compañeros, el acompañamiento en la búsqueda de
los restos de nuestros diplomáticos desaparecidos, los reclamos por la
liberación de un niño raptado en Miami o de cinco luchadores antiterroristas
presos injustamente, las airadas denuncias por las desvergonzadas mentiras y
ofensas contra Cuba, la creación y las ideas compartidas de artistas e
intelectuales y la solidaridad eficaz en el período especial que sobrevino al
derrumbe soviético y en ocasiones de catástrofes naturales.
A 99 años de fecunda vida, el ejemplo de Fidel
conserva intacta toda su fuerza, vigencia y trascendencia. Sus ideas y palabras
constituyen visiones radicales y enciclopédicas que, desde las epopeyas del
siglo XX, marcan claves importantes de los nuevos escenarios de lucha en el
siglo XXI, e invitan a renovar el pensamiento crítico, fuerza motriz de las
grandes transformaciones sociales y de las revoluciones hacia el porvenir.
Fidel siempre nos recuerda la necesidad de defender y
ensanchar la cultura y el conocimiento como pasos previos de toda resistencia y
libertad verdaderas. Brinda enseñanzas para la lucha política y social, en lo
individual y en lo colectivo, destacando siempre la moral personal y pública,
el valor del ejemplo y la necesidad de concertar, aliar, unir fuerzas frente a
un adversario capaz y mañoso que sabe enconarnos y dividirnos para avanzar en
sus metas, y que si para lograrlo debe vulnerar las propias reglas del sistema
que ha creado, lo hará sin el menor escrúpulo.
Las ideas de Fidel enseñan y subrayan algo que los argentinos
deben conocer y es de pura inspiración martiana: los hombres, como los pueblos,
se miden por las veces que se levantan, y no por las veces que caen; que no hay
metas imposibles ni contrarios invencibles, y que nunca se puede defraudar a
los pueblos. Que siempre triunfamos si somos militantes genuinos, animados por sentimientos
de amor, solidaridad, latinoamericanismo, internacionalismo y antimperialismo. Que
no hay adversario invencible si hay ideas claras, un programa de lucha, una
organización y un líder honesto dispuesto a todo riesgo para marchar al frente
de un pueblo que sufre.
Como las palabras de Fidel son siempre humanas,
educadoras, rebeldes y punzantes, se prestan al debate tan caro a la gente de
esta tierra y suenan como sus cacerolas –las de verdad, las vacías-, que
protestan contra las dictaduras y los desmanes del neoliberalismo, y celebran
frenéticas los triunfos populares.
Queridos amigos:
Hoy comienza el año del Centenario de Fidel. Nos enorgullece
haber sido hijos y nietos de su tiempo y lo vamos a conmemorar en Cuba, aquí y
en todo el mundo.
Cuba lo recibe en una etapa feroz y destructiva de la
larga guerra que los Estados Unidos libran contra nuestra Patria. Hemos asumido
la libertad de vivir sin tener precio y venceremos en ese desafío.
Sentimos como Fidel las injusticias y lucharemos sin
tregua contra sus causas y causantes, hasta erradicarlas. Lo imaginamos hoy en
Gaza, donde no solo se juega la vida de los palestinos, sino el destino moral
del mundo. Y eso nos alienta.
Creemos como él, que Patria es humanidad.
Honrémoslo sin pompa, con actos sencillos y leales y,
sobre todo, con hechos revolucionarios.
Celebremos su cien años con la vindicación de sus
ideas.
¡Que viva Fidel!
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