lunes, octubre 13, 2025

ANOCHE FUE LA ORQUESTA DE HASTA EL ULTIMO ALIENTO

Anoche fue la orquesta..." No la del poeta, del trovador, sino la del público argentino que nos devolvió un Silvio Rodríguez arropado por el amor de miles, ante el coraje de desafiar un grave resfrío para no defraudar a quienes pacientes lo aguardaron durante años de espera. Anoche fue la orquesta del amor y del coraje. Unos dirán que no fue su mejor concierto. Para mí siempre será único e inolvidable.
Silvio llegó a Buenos Aires enfermo de los fríos primaverales de Santiago de Chile. Canto antier esforzándose cuanto pudo, secundado por el equipo extraordinario de Trovaroco -más equipo que grupo musical en este lance. Y anoche llegó a escena disculpándose una y otra vez, dispuesto a devolver las entradas a quien se sintiera defraudado por algo más que pobreza de voz, cualidad de la que nunca se ha acabado. Nadie se movió de su puesto y los aplausos y coros premiaron sus palabras y esfuerzos tanto como las canciones.
Los argentinos fueron generosos desde los primeros acordes de Pequeña serenata diurna con que abrió el concierto ante más de 15 mil almas que abarrotaron el estadio Movistar Arena del barrio de Crespo, en esta capital. Pero Silvio siempre ha sido un hombre de honor, un individuo que actúa en su vida exactamente con la misma ética con que se expresa en sus canciones. Jorgito Aragón y Malva Rodríguez le acompañaron con sus voces -grave el uno y angelical la otra-, para aliviarme el incómodo trance. No era mera "protección" a la estrella, sino solidaridad y amor con el maestro y padre.
Yo decía antes que Silvio es un hombre de honor. Ayer vi además al artista total que deja su vida en el escenario al entregar su arte, cómo hizo Vicente Feliú en su último concierto: cuando parecía que nada podía sorprendernos, cuando había desgranado como veinte canciones y los atronadores aplausos lo reclamaban para que regresara a escena, el trovador entró solo, tomó la guitarra y, con el último hilo de voz que le quedaba, tocó las cuerdas de su instrumento y recitó sus versos. ¡Cinco piezas para cerrar! Fue mágico y heróico. Y yo sentí la necesidad de que nos crezcan muchos Silvios que se eleven ante la adversidad, que no se justifiquen ante las faltas y los azares de la vida, y sean capaces de entregarse siempre hasta el último aliento.

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