En el lugar de estudio y trabajo en mi casa cuelga desde hace años una esquelita escrita a mano por una persona muy querida: “Sin el glacial invierno, sin el duelo y la muerte,/¿Quién apreciar podría. Primavera, tu gloria?/Son un crisol las penas que mi espíritu templan/y con acero puro el corazón me forjan”. Se afirma que estos versos fueron escritos por Ho Chi Minh cuando estaba preso en las llamadas jaulas de tigre donde los colonialistas franceses castigaban a los revolucionarios vietnamitas en los años cincuentas.
Me han acompañado como amuleto para forjar mi propio carácter, para aprender a enfrentar los desafíos. Valen tanto como la sempiterna insistencia del líder de la revolución cubana Fidel Castro de que en nuestro vocabulario –y filosofía de lucha- no caben las palabras rendición ni derrota. Pesan idéntico que aquellas otras ideas de nuestro héroe nacional José Martí, respecto al valor de alzarse sobre el de caerse y que todo triunfo solo puede ser resultado de un gran sacrificio.