Entre las medidas anunciadas por Trump hay una que despierta suspicacias y refleja una profunda ignorancia de cómo funciona Cuba. Es la referida a la prohibición a empresas bajo jurisdicción estadounidense de hacer transacciones con empresas relacionadas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias o el Ministerio del Interior.
Lo primero a aclarar puede ser una cuestión de derechos soberanos, pero ya sabemos que Estados Unidos hace rato pasó por encima de ese principio del derecho internacional y lo invoca a su antojo y conveniencia.
Entonces
vamos a la sustancia: admitámoslo o no la economía cubana vive hace casi 60
años en guerra, desde que Estados Unidos decidió aplicar un bloqueo económico,
comercial y financiero a nuestro país. Este bloqueo, que está recogido en el
derecho internacional como acto de guerra y genocidio, y que la casi totalidad
de los estados de este planeta condenan, ha condicionado en buena medida las
acciones, modalidades y vías en que los actores económicos cubanos y el Estado
han debido combinar esfuerzos para producir, brindar servicios y sostener al país.
No
es un secreto que, desde el primer día y a diferencia de otras instituciones
armadas y de seguridad del mundo, las nuestras, surgidas y nutridas del propio
pueblo, decidieron desde el primer día de su nacimiento, no solo compartir
sacrificios, sino aportar esfuerzos y no ser una carga para el pueblo.
Esa
tradición nació en la Sierra Maestra, sobre todo en el vasto territorio del
Segundo Frente Oriental Frank País, y se renovó en las primeras zafras del
pueblo, cuando oficiales y soldados sudaban en los cañaverales para asegurar la
cosecha que aseguraría el comercio exterior del país, y cuya máxima expresión
fue la Columna Juvenil del Centenario, en 1968. Luego vinieron las exigencias
del desarrollo de infraestructura en las provincias y zonas rurales del país, abandonadas
por todos los gobiernos de la primera mitad del siglo XX.
De
unos y otros esfuerzos, así como de la inspiración de la juventud cubana, nació
en 1973 el Ejército Juvenil del Trabajo que durante años y hasta hoy ha estado
presente en diferentes tareas productivas vinculadas con la agricultura, la construcción,
los ferrocarriles y la lucha epidemiológica contra vectores. Lo interesante en
todos los casos ha sido el ejemplo de consagración y la relación sinérgica y
respetuosa con los organismos y las instituciones que atienden estas tareas en
los diferentes niveles de la Administración Central del Estado.
Ante
tan exitosos resultados, desde el inicio del período especial comenzó a cobrar
fuerza entre nuestros uniformados la idea de generar con sus ingresos y los
aportes voluntarios del pueblo a la defensa, los recursos necesarios para sostener
la defensa del país y, por ese camino, liberar al Estado de erogaciones
presupuestarias que se requerían para mantener las conquistas sociales de la
Revolución y, a la vez, asegurar el
desarrollo futuro del país.
Nunca
olvido la dramática situación de los campos de Cuba en 1993, con la agricultura
colapsada por el derrumbe del comercio con la URSS y los países de Europa del
Este, sin combustible, sin maquinarias, sin piezas, a veces hasta sin semillas.
Los campesinos sacrificándose para dar de comer a este país y, en ese instante,
nuestras unidades militares y del orden interior, con sus jefes al frente y sin
descuidar la defensa y la seguridad de la Patria, se convirtieron en
productores y distribuidores de la alimentación del pueblo.
Desde
esa época, nuestros hombres y mujeres de armas, apoyados por las experiencias
de dirección, organización y planificación acumuladas, y dotados de un fuerte
sentimiento de racionalidad, eficiencia, eficacia y ahorro, así como de su
tradición de exigencia y disciplina (que están en las bases de la doctrina defensiva de Guerra de
todo el pueblo), comenzaron a participar cada vez con más frecuencia en
actividades económicas civiles reforzando el papel de las entidades que
tradicionalmente se dedicaban a ello. En correspondencia, se abrieron a otras
actividades y crearon sus propias formas de organización, que establecieron una
necesaria separación de funciones defensivas y económicas.
Lo
importante e interesante de esta experiencia única de Cuba es que los ingresos
de esas empresas no van al presupuesto de defensa de la nación, no son para
levantar clubes exclusivos de una élite militar enajenada de su pueblo, ni mucho
menos van a parar al bolsillo de ninguno de los generales o jefes, sino que
ingresan directamente a la cuenta única del Estado y desde allí se
redistribuyen en función de las necesidades y urgencias del país. Fue un camino
muy cubano encontrado para asegurar el bien común de nuestra gente, enfrentar
el bloqueo, avanzar por sobre nuestras propias dificultades internas y asegurar
ese socialismo próspero y sostenible que el nuevo programa de la Revolución
promete al pueblo.
Una
semana de ingresos de Gaviota puede
representar el financiamiento de miles de libretas o libros escolares, de
servicios hospitalarios o de obras públicas en cualquier localidad del país.
Puede que a veces esos ingresos, que son en fronteras, financien una
exportación comprometida de una empresa cuyos clientes extranjeros adeudan a
Cuba, o cuyos pagos demorarán en llegar por los enrevesados vericuetos que
deben recorrer para burlar el bloqueo. Quizás sean el financiamiento de inversiones,
investigaciones o, simplemente, de soluciones hidráulicas, de compras urgentes de
la canasta básica, de la reconstrucción de un puente o una producción de tejas
para los afectados por un huracán… Nunca se sabe porque la cuenta es única y el
cliente también: Cuba y su pueblo. Y la repartición del dinero, que nunca
satisface la demanda, se hace de la manera más justa y solidaria.
El
Presidente Trump estará desinformado, pero los agentes del gobierno
estadunidense no, y conocen bastante bien de todo esto. Por tanto, la decisión está
enfilada directamente a todo lo que represente ordenamiento, productividad,
eficiencia, resultados y bienestar para nuestro pueblo. Ellos saben que nuestras
empresas no actúan como las de su complejo militar industrial. Y valga recordar
que Lockheed, Boeing, Carterpillar, IBM, Microsoft, Google y muchas otras no se
andan con carantoñas populistas. No. Van más lejos.
Como
afirmara el Ministro de Relaciones Exteriores cubano, “parece infantil la
predicción de que con esta política podrían separar al pueblo del gobierno o a
los ciudadanos de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias y el
Ministerio del Interior, que son el pueblo uniformado”.
No
hay que engañarse: buscan quebrar nuestra resistencia económica y nuestra unidad
nacional. Eso es lo que está en el fondo de la medida anunciada por Trump. Eso
es lo que celebraban por igual batistianos, terroristas y mercenarios en Miami.
¡Eso es lo que ataca Estados Unidos!
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