No aparecería este poscriptum si Donald Trump, presidente ilegítimo de EE.UU. electo con dos millones de votos menos que su contrincante, no hubiera abierto la boca. Pero la abrió, y puso a piar a sus carroñeros. Decir que los mambises lucharon por su libertad ndividual es la tontería mayor que ha existido. Los cubanos lo hicimos, sí, pero antes, cuando aún no habíamos adquirido noción y orgullo de pueblo y de nación.
Pero cuando los esclavos fueron liberados por Céspedes el 10 de octubre de 1868, no se regresaron al África, ni se fueron a buscar un conuquito que sembrar, ni a contratarse de empleados en un central. Siguieron al patriarca libertador para inmolarse junto con él y sus compañeros por la libertad de la nueva Patria adquirida.
Y sí, pelearon como leones por el derecho a la libre determinación, esa que nos fue cercenada por la intervención militar de Estados Unidos en 1898 y por la enmienda Platt con que se inauguró el 20 de mayo de 1902 la República. Ni los Diaz Balart hijos de un represor batistiano, ni Curbelo o Rubio, politiqueros que hacen cash con Cuba, y mucho menos terroristas o mercenarios, pueden entender por qué, al alcanzar finalmente la verdadera independencia y la libre y soberana determinación de nuestro destino, los cubanos, en pleno ejercicio de nuestros derechos humanos, dejamos de celebrar una fecha que como dije, solo recordamos -a Tomasico, el triple traidor, incluido-, para no olvidar de dónde venimos.
El Día de la Independencia es aquí el de octubre, y el grito de ¡Viva Cuba Libre!, hay que saberlo pronunciar muy bien y sentirlo muy hondo para resistir 60 años los embates del Imperio y de doce administraciones.
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