Durante años hemos escuchado diversas historias sobre las circunstancias en que fue asesinado el comandante Ernesto Che Guevara en la escuelita de La Higuera, en Bolivia, el 9 de octubre de 1967, al día siguiente de haber sido herido y hecho prisionero en la fatídica emboscada de la Quebrada del Churo. Cuba siempre denunció el involucramiento de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos del gobierno de ese país en aquellos acontecimientos, así como la presencia de uno de sus más tenebrosos agentes: el cubano Félix Rodríguez, quien después aparecería vinculado a muchas de las más abyectas dictaduras militares y escuadrones de la muerte que durante años Washington aupó en la región. Ahora aparece un libro de investigadores estadounidenses que tras un heroico ejercicio de reconstrucción de la verdad y de lucha por acceso a fuentes, nos confirma la certeza de las razones cubanas que siempre se quisieron ocultar.
UN LIBRO QUE FALTABA
Por Ricardo Alarcón de Quesada, Asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, expresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba y exministro de Relaciones Exteriores.
Michael Ratner y Michael Steven Smith, son, además de juristas
eminentes, muy activos participantes en las principales batallas del
pueblo norteamericano por la justicia y la libertad. Su libro, dedicado a
Leonard Weinglass quien consagró su vida, hasta el último aliento, a la
liberación de los Cinco antiterroristas cubanos que cumplieron largos
años de injusta y cruel prisión en Estados Unidos, rinde tributo
merecido al amigo común ahora cuando nuestros héroes regresaron libres a
la Patria. Luchar por la justicia en aquel país significa ante todo
buscar la verdad y difundirla en las circunstancias más difíciles
encarando el ocultamiento y la manipulación de una poderosa maquinaria
empeñada precisamente en imponer la ignorancia a millones de personas.
Una tarea que tanto Lenny como Ratner y Smith han sabido cumplir
infatigable y consistentemente.
Probar que Ernesto Guevara fue asesinado por la CIA, que su muerte
fue un crimen de guerra –delito que nunca prescribe- y que de ese hecho
fue enteramente responsable el gobierno de Estados Unidos exigió una
búsqueda perseverante. Al cabo de muchos años reclamando que las
autoridades acatasen sus propias leyes respecto al acceso público a la
información hoy podemos leer documentos que, pese a los borrones y
tachaduras que aun pretenden esconder numerosos datos, permiten al
lector descubrir que las versiones oficiales sobre el último combate de
Ernesto Guevara eran deliberadamente tergiversadas. Se trató de hacer
creer que Washington prefería que el Che, derrotado y prisionero,
continuara viviendo y que el crimen fue resultado de decisiones tomadas
unilateralmente por los militares de un Ejército boliviano que entonces
era instrumento dócil del Imperio.
Mucho se ha escrito sobre el Che y su epopeya boliviana y no son
pocos los autores que se hicieron eco de la interpretación fabricada por
los cultores de la “negación plausible”. A estas alturas, cuando el
asesinato selectivo, pero también masivo, la práctica de la tortura y
las ejecuciones extrajudiciales se han convertido en práctica
generalizada de un nuevo modo de hacer la guerra, el libro de Ratner y
Smith es un oportuno recordatorio de que conducta semejante tiene una
larga trayectoria. Tan antigua como la de usar como simples herramientas
a ejércitos serviles y a asesinos, uniformados o no, causantes de
incontables sufrimientos a los pueblos de América Latina bajo las
dictaduras militares que Estados Unidos equipó, entrenó y dirigió.
En un libro anterior, publicado en 1997 y fruto igualmente de
incesante búsqueda los autores habían revelado como el FBI rastreaba las
actividades en Guatemala y México, de Ernesto Guevara cuando aun no era
el Che. En éste que ahora nos ofrecen se puede comprobar que durante su
epopeya boliviana lo seguían con obsesión en los más altos niveles en
Washington.
La Agencia Central de Inteligencia del gobierno de Estados Unidos fue
responsable directa del asesinato a sangre fría de un joven prisionero,
herido y desarmado que respondía al nombre de Ernesto Guevara. Los
ejecutores materiales del acto cobarde fueron militares que actuaban
bajo el control de la CIA y obedeciendo sus órdenes sin pestañear.
Algunos andan todavía, sin embargo, rumiando su frustración por las
calles de Miami o en sus despachos de Langley. Porque al Che no pudieron
matarlo. El Che siguió viviendo y su mensaje regresó victorioso en una
nueva Bolivia y en una América Latina que avanza segura hacia la plena
emancipación.
Porque luchó toda la vida Che encabeza la lista de los que Bertolt
Brecht nombró como imprescindibles. Imprescindibles son quienes nunca
faltan cuando más los necesitan, los que están presentes, siempre en
primera línea, cuando la pelea es más dura y compleja.
Por eso Che vive. Porque lo necesitamos ahora más que nunca.
Aparece la edición cubana de este libro en una coyuntura nueva en la
que mucha falta nos hace la luz guevariana. Ahora entramos en una etapa
que plantea nuevos desafíos que debemos enfrentar con sabiduría y
firmeza. El adversario histórico de nuestro pueblo no ha cambiado su
naturaleza ni su estrategia de dominación, sólo su táctica. Porque, y
así lo reconoció, su grosera y violenta política de medio siglo fracasó,
ensayará ahora métodos que pretenden ser más sutiles para alcanzar los
mismos fines.
Debemos aceptar el desafío y avanzar por ese camino sin abandonar
jamás nuestros principios. Y recordando siempre su visionaria
advertencia. No confiar en los imperialistas “ni un tantito así…nada”.
La Habana, febrero 13, 2015
(Palabras en la presentación del libro “¿Quién mató al Che?
Cómo la CIA logró salir impune del asesinato” de Michael Ratner y
Michael Steven Smith, Editorial de Ciencias Sociales).
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