Mito 3: “Cuba puso al mundo al borde del holocausto mundial en octubre de 1962”.
Abundan los enfoques que al exponer e interpretar la llamada
Crisis de Octubre señalan a Cuba como la máxima responsable de poner al
mundo al borde del holocausto mundial. Ello también responde a la manera
errada en que se manejó la crisis, en especial por la dirección
soviética, siendo Cuba la más desfavorecida tanto en su imagen
internacional como en la solución a que llegaron Kennedy y el premier
soviético Nikita Jruchov.
La manera en que Jruschov actuó al producirse la crisis, cuando sin
contar con la dirección cubana negoció con Kennedy la salida de los
cohetes nucleares de la Isla, y peor aún, de manera subrepticia negoció
esa salida a cambio de la retirada de los misiles nucleares
estadounidenses ubicados en Turquía e Italia, dejan mucho que desear
sobre las verdaderas o fundamentales motivaciones que tuvo Jruschov a la
hora de proponer a los cubanos la instalación de los cohetes en Cuba.
¿Qué tenían que ver los cohetes de Turquía e Italia con la defensa de
Cuba? ¿Por qué no exigió se devolviera a la Mayor de las Antillas el
usurpado territorio de la Base Naval de Guantánamo, se eliminara el
bloqueo económico, u otros aspectos que sí se ajustaban a los intereses
de la Isla?
A pesar de que en las concepciones defensivas ya elaboradas para
entonces por parte de la máxima dirección cubana, los misiles nucleares
no estaban comprendidos, y de la conciencia de los líderes cubanos de
que su presencia en el territorio insular podía afectar el prestigio de
la Revolución, se aceptó la instalación de los cohetes, a partir de que
se cumplía con un principio ineludible de apoyo internacionalista con el
Campo Socialista y la URSS en particular, sobre cuya amistad no existía
la menor duda, porque la había demostrado muchas veces. Se trataba
entonces, de que si la URSS había estado siempre dispuesta a ayudar a
Cuba en los momentos más críticos, no se podían esgrimir intereses
nacionales estrechos, cuando los que estaban en juego eran los intereses
del Campo Socialista como un todo y por supuesto, vistos en un sentido
más estratégico, los de la capacidad para defender a Cuba también.
Mucho se perdió en el terreno moral, político y diplomático cuando
los soviéticos decidieron que la instalación de los cohetes nucleares en
Cuba se hiciera de manera secreta, y solo hacerla pública cuando fuera
un hecho consumado, al que Estados Unidos supuestamente tendría que
resignarse. El líder de la Revolución Cubana defendió en todo momento
que la operación se hiciera pública bajo el respaldo del derecho
internacional, pues no había nada ilegal en ello. Aunque mantuvo el
criterio de que los soviéticos eran los que debían tomar la decisión
final, por consideración a su gran experiencia internacional y
militar.(19)
Solo la posición valiente e intransigente de la dirección
cubana al negarse a cualquier tipo de inspección del territorio cubano,
al platear los Cinco Puntos e impedir en todo momento que se le
presionara, fue lo que salvó el prestigio moral y político de la
Revolución en aquella coyuntura, y que la Isla no fuera vista como un
simple peón de los soviéticos.
La famosa y tantas veces manipulada carta de Fidel a Jruchov escrita
entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de octubre (traducida y
enviada al líder soviético desde la embajada de la URSS en La Habana) ha
sido uno de los documentos más utilizados para ubicar al líder de la
Revolución como un “irresponsable” y hasta un “loco” que puso en riesgo
la existencia humana en la faz de la tierra.
Hay que decir que si para los Estados Unidos la crisis había
comenzado en octubre de 1962, Cuba vivía una crisis que amenazaba su
supervivencia como nación independiente y soberana desde enero de 1959,
enfrentada a las más disímiles formas de agresión del gobierno de los
Estados Unidos, incluyendo la invasión mercenaria de Playa Girón en
abril de 1961. La “Operación Magosta”, la más amplia operación de guerra
encubierta elaborada e implementada por los Estados Unidos contra otro
país, aprobada por el presidente Kennedy en noviembre de 1961, debía
concluir con la invasión directa de las fuerzas armadas estadounidenses
en la Isla, precisamente en octubre de 1962.
La carta enviada por Fidel a Jruchov, no proponía dar el primer golpe
nuclear preventivo, sino que, en caso de producirse la invasión a Cuba
–la variante menos probable-, no vacilara la URSS de responder con armas
nucleares evitando cometer los mismos errores de la Segunda Guerra
Mundial,(20) pues la invasión significaba que ya Estados Unidos se había
decidido a iniciar la guerra termonuclear lanzando el primer golpe
nuclear contra el país soviético. Es de destacar que si Fidel hubiera
dominado el estado real de la correlación de fuerzas nucleares, con una
ventaja aplastante para el lado norteamericano, esta misiva jamás se
hubiera producido, pues significaba incitar al líder soviético al
suicidio de su pueblo.
Fragmentos de las cartas intercambiadas por ambos líderes en esos
días de tensión, muchas veces citadas inconexamente, ilustran
fehacientemente la verdad histórica:
Mensaje de Fidel a Jruchov el 26 de octubre:
“Hay dos variantes posibles: la primera y más probable es el ataque
aéreo contra determinados objetivos con el fin limitado de destruirlos;
la segunda, menos probable, aunque posible, es la invasión. Entiendo que
la realización de esta variante exigiría gran cantidad de fuerzas y es
además la forma más repulsiva de agresión, lo que puede inhibirlos.
(…) Si tiene lugar la segunda variante y los
imperialistas invaden a Cuba con el fin de ocuparla, el peligro que tal
política agresiva entraña para la humanidad es tan grande que después de
ese hecho la Unión Soviética no debe permitir jamás las circunstancias
en las cuales los imperialistas pudieran descargar contra ella el primer
golpe nuclear.
Le digo esto, porque creo que la agresividad de los imperialistas se hace sumamente peligrosa y si
ellos llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la Ley y la
moral universal, como invadir a Cuba, ése sería el momento de eliminar
para siempre semejante peligro, en acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuese la solución, porque no habría otra”.(21)
Jruchov a Fidel el 30 de octubre:
“En su cable del 27 de octubre Ud. Nos propuso que fuéramos primeros
en asestar el golpe nuclear contra el territorio del enemigo. Usted,
desde luego, comprende a qué llevaría esto. Esto no sería un simple
golpe, sino que el inicio de la guerra termonuclear.
Querido compañero Fidel Castro, considero esta proposición suya como incorrecta, aunque comprendo su motivo”.(22)
Fidel a Jruchov el 31 de octubre:
No ignoraba cuando las escribí que las palabras contenidas
en mi carta podrían ser mal interpretadas por usted y así ha ocurrido,
tal vez porque no las leyó detenidamente, tal vez por la traducción, tal
vez porque quise decir demasiado en pocas líneas. Sin embargo,
no vacilé en hacerlo. ¿Cree usted compañero Jruschov que pensábamos
egoístamente en nosotros, en nuestro pueblo generoso dispuesto a
inmolarse, y no por cierto de modo inconsciente, sino plenamente seguro
del riesgo que corría?
(…)
Nosotros sabíamos, no presuma usted que lo ignorábamos, que
habríamos de ser exterminados, como insinúa en su carta, caso de
estallar la guerra termonuclear. Sin embargo, no por eso le pedimos que
retirara los proyectiles, no por eso le pedimos que cediera. ¿Cree acaso
que deseábamos esa guerra? ¿Pero cómo evitarla si la invasión llega a
producirse? Se trataba precisamente de que este hecho era posible, de
que el imperialismo bloqueaba toda solución y sus exigencias eran desde
nuestro punto de vista imposibles de aceptar por la URSS y por Cuba
(…)
Yo entiendo que una vez desatada la agresión, no debe
concederse a los agresores el privilegio de decidir, además, cuándo de
ha de usar el arma nuclear. El poder destructivo de esta arma es tan
grande y tal la velocidad de los medios de transporte, que el agresor
puede contar a su favor con una ventaja inicial considerable.
Yo no sugerí a usted, compañero Jruchov, que la URSS
fuese agresora, porque eso sería algo más que incorrecto, sería inmoral e
indigno de mi parte; sino que desde el instante en que el imperialismo
atacara a Cuba y en Cuba a fuerzas armadas de la URSS destinadas a
ayudar a nuestra defensa en caso de ataque exterior, y se convirtieran
los imperialistas por ese hecho en agresores contra Cuba y contra la
URSS, se le respondiera con un golpe aniquilador.
(…)
No le sugerí a usted, compañero Jruchov, que en medio de la crisis
la URSS atacara, que tal parece desprenderse de lo que me dice en su
carta, sino que después del ataque imperialista, la URSS actuara sin
vacilaciones y no cometiera jamás el error de permitir circunstancias de
que los enemigos descargasen sobre ella el primer golpe nuclear. Y en
ese sentido, compañero Jruchov, mantengo mi punto de vista,
porque entiendo que era una apreciación real y justa de una situación
determinada. Usted puede convencerme de que estoy equivocado, pero no
puede decirme que estoy equivocado sin convencerme”.(23)
Esta carta también ha sido utilizada para sostener la versión de que a
los soviéticos, ante las “propuestas irracionales” del líder cubano, no
les quedó más remedio que negociar con los Estados Unidos de espaladas a
la dirección de la Isla. Este aserto no tiene fundamento, en tanto la
decisión soviética de hacer proposiciones a los norteamericanos sin
tener en cuenta las opiniones de Cuba, habían sido tomadas en Moscú
desde el día 25 de octubre, cuando la carta de Fidel no había sido
concebida.
Un testimonio de extraordinaria valía para demostrar la falsedad de
los criterios que señalan que Fidel incitó a Jruchov a dar el primer
golpe nuclear preventivo contra el territorio estadounidense es el de
Alenxander I. Alexéiev, quien se desempeñaba en octubre de 1962 como
embajador de Moscú en La Habana y a quien el Jefe de la Revolución le
dictara el controvertido mensaje:
“…la noche del 26 para el 27 de octubre Fidel Castro visitó
nuestra embajada y dictó el texto de una carta para que se le hiciera
llegar a N.S. Jrushov. En la misma se abordaba cuán tensa se había
tornado la situación y la posibilidad de un ataque estadounidense
(invasión o bombardeos) a Cuba en las próximas 24 – 72 horas. Fidel
alertaba a Jruschov sobre la perversidad de los americanos y lo
convocaba a tomar todas las contramedidas imprescindibles, aunque en
honor a la verdad, sin llegar a concretarlas. Estando todavía Fidel en
la embajada, envié un breve cifrado en el que informaba sobre la
posibilidad del ataque a Cuba. Unas horas antes nuestros militares
habían cursado un telegrama a Moscú en los mismos términos preocupantes.
La carta de Fidel salió para Moscú más tarde, una vez que se tradujo al
ruso, y no fue hasta la mañana del 28 que llegó a manos de la dirección
soviética, cuando ya había sido adoptada la decisión sobre la retirada
de los proyectiles. (Se sabe también, que lo que llegó por vía
telefónica del Ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS a la
secretaría de Jruschov no fue el texto íntegro del mensaje sino un
resumen, motivo por el cual se pudieron producir imprecisiones.
“Este mensaje generó serias incomprensiones ya que N.S Jruschov
en una de sus cartas reconvino a Fidel por haberle supuestamente
sugerido que asestara un golpe nuclear preventivo contra el enemigo. La
carta de Fidel fue dada a conocer por la prensa cubana y de ella no se
infiere semejante conclusión.
“Fidel admite que el malentendido se deba a inexactitud de la
traducción o a que yo no lo haya interpretado a él correctamente.
Quisiera hacer constar con absoluta responsabilidad que la culpa no es
nuestra. La traducción de la carta que dictó fue hecha por otros
funcionarios de la embajada que conocían bien el español, y el texto
publicado por “Granma” es idéntico al de nuestra traducción. Por lo que
se puede concluir que los reproches de Jruschov carecen de fundamento.
En el mensaje no se hacen semejantes afirmaciones. Todo puede haberse
debido al extraordinario estrés al que estaba sometida la dirección
soviética y al involuntario deseo de justificar la peliaguda decisión de
retirar los proyectiles sin el consentimiento de la dirección cubana…
“Reitero que Fidel entonces no instó a que asestáramos un golpe
nuclear preventivo, sino que se limitó a alertar que los
estadounidenses, conocedores de nuestro apego al principio de no ser los
primeros en usar las armas nucleares, podían emprender cualquier
aventura, incluido un golpe nuclear. Por lo demás, el bombardeo de los
objetivos nucleares soviéticos hubiese sido de por sí equivalente a un
golpe nuclear. A mi juicio, Fidel no estaba pensando en un golpe nuclear
preventivo, sino en la necesidad de advertirles a los americanos que
nuestro respeto al principio de no ser los primeros en utilizar las
armas nucleares no debía ser tomado como una garantía que los
preservaría de la represalia. El reproche de Jruschov a Fidel es además
improcedente porque la operación que habíamos emprendido al trasladar
los proyectiles a Cuba perseguía el objetivo de intimidar a los
americanos, disuadirlos de emprender acciones militares, no de emplear
los cohetes”.(24)
(Tomado de Elier Ramírez Cañedo, en Cubadebate) CONTINUARÁ…
Notas:
(19)Tomás Diez Acosta, Octubre de 1962, A un paso del Holocausto, Editora Política, La Habana, (Segunda Edición), p.100.
(20)El 22 de junio de 1941 se produjo el ataque sorpresivo
nazifascista a la URSS. El gobierno soviético poseía informaciones de
inteligencia de que dicho ataque se ejecutaría y las consideró de
carácter provocativo. Debido a ello, no tomó todas las medidas
recomendadas para tal caso, con lo cual permitió al enemigo asestarle un
potente golpe y el mantenimiento de la iniciativa estratégica durante
los primeros meses de la contienda bélica. Información tomada de Tomás
Diez Acosta, Octubre de 1962: A un paso del Holocausto, Editora
Política, La Habana, 2008, p.179.
(21)Ignacio Ramonet, Cien Horas con Fidel. Conversaciones con
Ignacio Ramonet (tercera edición), Oficina de Publicaciones del Consejo
de Estado, La Habana, 2006, pp.315-316.
(22)Ibídem, p.319.
(23)Ibídem, pp. 320-321
(24)Citado por Antolín Bárcena Luis, El intercambio de mensajes
entre Fidel Castro y N.S. Jruschov durante la “Crisis de Octubre”.
Apuntes de un traductor a 50 años de los hechos, pp.7-8.
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