Signo de los tiempos que corren, de una Europa que no está dispuesta a renunciar a sus vínculos con el Fiel de las Américas, de una Posición Común que se desmoronó por su falta de autenticidad y apoyo, y por el valor, la constancia y la hidalguía de una Isla, una Revolución y un pueblo incansables e irreductibles. El recibimiento es un mensaje también para aquellos empeñados en mantener el almanaque anclado en junio de 1898, cuando la nación era colonia.
Prolegómenos comunes pavimentaron el camino que hoy se recorre: la repercusión de la revolución francesa en Nuestra América; el influjo de los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad que aquí prendieron como en pocos lugares; los solidarios mambises franceses, tan heroicos como los criollos; los acordes trenzados entre la Marsellesa y la Bayamesa; la relación entre Martí y Victor Hugo; el mulato francocubano Paul Lafargue sembrando las ideas de su yerno Carlos Marx; André Voisin enseñándonos a ser mejores ganaderos. Picasso y Wifredo Lam desatados en un frenesí de creación, solo comparable a las páginas de Alejo Carpentier...
Desde los Campos Elíseos hasta el Palacio del Elíseo, en la Asamblea Nacional y el Senado, en las calles, en la presencia y el recuerdo de los revolucionarios y los héroes antifascistas, y en el corazón de todos los franceses de buena voluntad, Raúl Castro Ruz, el general-presidente, fue una vez más Cuba, y en su voz todos hablamos, incluidos los que desvariaron. Lo que brilla con luz propia nadie lo puede apagar. En la Ciudad luz, Cuba irradió la suya, "urbi et orbi".
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