Mito 6: “Cuba se comportó como un satélite de los soviéticos en África y con ello impidió la normalización de las relaciones”.
Sobre este criterio, habría que decir primero, que Cuba jamás
subordinó sus objetivos de política exterior a los dictados de la Unión
Soviética. Todo lo contrario, en muchas ocasiones la actuación audaz y
autónoma de la Isla en el escenario internacional provocó la ira de
Moscú.
Durante los años 60 no fueron pocos los conflictos con los
soviéticos debido al apoyo que Cuba brindó a los movimientos de
liberación en América Latina. Un documento elaborado en 1968
por analistas del Departamento de Estado, la CIA, el Consejo de
Seguridad Nacional y el departamento de Estado, presidido por el
subsecretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, Viron P.
Vaky, concluía que Fidel no tenía intención de “subordinarse a la
disciplina y la dirección soviéticas”, y que había estado “cada vez más
en desacuerdo con sus conceptos, estrategias y teorías”.
Sobre la presencia militar cubana en África en los años 70, en sus
profundos trabajos sobre el tema, el acucioso investigador
italo-estadounidense Piero Gleijeses ha demostrado —teniendo como
respaldo una voluminosa documentación de los archivos más disímiles del
mundo—, que los cubanos enviaron sus tropas a Angola por iniciativa
propia y solo se lo comunicaron después a la Unión Soviética. En el caso
de Etiopía, a pesar de que hubo una cooperación estrecha entre los dos
gobiernos a lo largo del período que precedió la toma de decisión, los
móviles del gobierno cubano para el envío de sus tropas no vinieron de
Moscú, sino de la firme convicción de los líderes cubanos en que las
medidas sociales y económicas tomadas por la Revolución Etíope eran de
las más progresistas que se habían visto en los países subdesarrollados,
después del triunfo de la Revolución Cubana, y porque consideraban que
la invasión somalí era injustificada y criminal y que había sido
alentada por los Estados Unidos.
Hasta el propio Henry Kissinger, quien se aferró por aquellos años a
la idea de una Cuba peón de los soviéticos en África, reconoció años
después en sus memorias que estaba equivocado: “No podíamos imaginar
que actuaría (Castro) en forma tan provocadora, tan lejos de su país a
no ser que Moscú lo presionara para pagarle el apoyo militar y
económico. Las pruebas hoy disponibles indican que fue lo opuesto”.
También Wayne Smith ha pulverizado el mito de que Cuba constituía un títere de la URSS en África: “Siempre
estuvo claro para mí y, todavía lo es, que Cuba no fue un satélite de
los soviéticos en África. Tenía sus propios intereses y objetivos.
Pienso, por supuesto, que tuvo algunas veces el apoyo de los soviéticos.
Brzezinski y el Consejo de Seguridad Nacional parecieron creer que Cuba
simplemente estaba siguiendo las órdenes soviéticas. Ellos estaban
equivocados”.
Un estudio preparado para Carter por el Comité de Examen de Políticas
sobre la presencia soviético-cubana en África, basándose en las
observaciones aportadas por un informe realizado de forma coordinada por
la CIA (Agencia Central de Inteligencia), la DIA (Agencia de
Inteligencia de la Defensa), la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) y el
INR (Buró de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado),
respalda los criterios anteriores:
Cuba no está involucrada en África únicamente, o ni siquiera
principalmente debido a sus relaciones con la URSS. Está profundamente
comprometida con lograr sus propios objetivos ideológicos y pragmáticos
en el continente: la promoción de la Revolución, y el apoyo a regímenes
‘progresistas’, la expansión de su propia influencia política en el
Tercer Mundo a expensas de occidente (entiéndase Estados Unidos), y el
establecimiento para sí misma de un papel dirigente importante entre
naciones en desarrollo.
Luego de leer esta valoración, podría surgir la interrogante acerca
del porqué la propaganda impulsada por el gobierno de los Estados Unidos
se empeñó en presentar a Cuba como satélite de Moscú en África. No hay
dudas, que la Administración Carter, al ver que sus intereses
hegemónicos en África peligraban, decidió hacer suyo el mito
propagandístico de una Cuba subordinada a los intereses soviéticos en el
continente africano, siguiendo una de las recomendaciones de la Agencia
Internacional de Comunicaciones de los Estados Unidos, que planteaba la
necesidad de “contribuir al descrédito de Cuba como potencia no
alineada, haciendo hincapié en su relación de dependencia de la Unión
Soviética”. Otra no puede ser la conclusión al percibir el poco caso que
le hizo Brzezinski a los análisis y recomendaciones que le hiciera su
asistente para América Latina, Robert Pastor. En memorándum fechado el
19 de julio de 1979, Pastor expresó a Brzezinski:
“Yo veo las relaciones cubano-soviéticas, como algo análogo, en
cierta medida, a las relaciones de Israel con los Estados Unidos. Casi
todo el mundo cree que tenemos una influencia todopoderosa sobre Israel
(…) pero en realidad, ellos nos halan más a nosotros que lo que nosotros
los empujamos a ellos. De manera similar, supongo que los cubanos
empujan y halan a los soviéticos hacia áreas de mayor riesgo, que las
que normalmente el viejo liderazgo soviético se hubiera aventurado a
pisar. Los cubanos no son marioneta de nadie”.
Poco tiempo después, el 21 de septiembre, Pastor volvería a insistir con su jefe en ese criterio: “Permítaseme
sugerir que intentemos usar un término que no sea ‘títere soviético’
para referirnos a los cubanos. La palabra ‘títere’ indica que los
cubanos emprenden actividades revolucionarias porque los soviéticos les
han dicho que lo hagan. Ese, por supuesto, no es el caso”.
La presentación de Cuba como satélite de los soviéticos no fue más
que la desviación intencionada de los motivos de fondo del conflicto
-expresados en la contradicción hegemonía versus soberanía-, que le vino
muy bien a Washington para establecer su política de hostilidad hacia
la Isla. La historia demostró, poco más tarde, que cuando desaparecieron
los argumentos utilizados para presentar a Cuba como una amenaza a la
“seguridad nacional” de los Estados Unidos, luego de producido el
derrumbe del Campo Socialista, el conflicto se mantuvo vivo y el
gobierno estadounidense no hizo ni el menor intento por llegar a algún
entendimiento con La Habana. Por el contrario, se agudizó la agresividad
hacia la Isla, revelándose nuevamente la verdadera esencia de corte
bilateral del conflicto y concentrando entonces el foco de su política
en la realidad interna de la Isla.
(Tomado de Elier Ramírez Cañedo, en Cubadebate) CONTINUARÁ….
Notas:
Respuesta del memorándum de examen presidencial-36, presencia
soviético-cubana en África, 18 de agosto de 1978, The Carter
Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, ob. cit.
Durante el período de Carter, en 1978, la agencia de información de
los Estados Unidos, USIA, se reestructuró y se conformó en la Agencia de
Comunicación Internacional, ICA; a esta se unieron los grupos de
intercambio educacional y cultural.
Citado por Piero Gleijeses en: Visiones de Libertad. La Habana,
Washington, Pretoria y la lucha por el sur de África (1976-1991). Tomo
1, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2015, p.219.
Citado por Piero Gleijeses en: Misiones en conflicto. La Habana, Washington y África. 1959-1976, ob. cit., pp. 610-611.
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