Obama dedicó a Cuba su mensaje habitual de ayer, en el que aseguró
que hay apoyo abrumador para la relación con la isla y que su visita en marzo “abre un nuevo capítulo” en las relaciones bilaterales. Esa visita, prevista para el 21 y 22 de marzo, reviste carácter histórico,
pues el último presidente de Estados Unidos en visitar Cuba durante su
mandato fue Calvin Coolidge, quien lo hizo a bordo de un portaviones, en 1928, durante la dictadura de Gerardo
Machado, un personaje de pésima recordación en Cuba.
Desde que llegó a la presidencia, Obama ha argumentado que el
objetivo de EEUU sigue siendo el mismo de siempre frente a la Isla (barrer con la Revolución), pero
que un acercamiento haría más por cambiar a Cuba que medio siglo de
bloqueo y agresiones impuesto por anteriores gobiernos.
The New York Times destacó hoy que la decisión del Presidente de ir a
la Isla “refleja su determinación de hacer tanto como sea posible antes
de que termine su mandato para forzar la apertura de las barricadas
históricas e ideológicas que han separado a los Estados Unidos de su
vecino en el contexto de la Guerra Fría”. Sin embargo, la derecha extremista del lobby anticubano ha reaccionado con
furia. Personajes como los senadores Robert Menéndez (D-NJ) o Marco Rubio (R-FL), precandidato a la presidencia esgrimen el fantasma de los sacrosantos intereses de seguridad
nacional.
En cambio, el anuncio de la visita fue recibido con júbilo por los
legisladores que presionan al Congreso para que se levante el bloqueo
contra Cuba, reconoció el Times, que destacó las palabras del asistente
del Presidente y asesor adjunto de Seguridad Nacional Ben Rhodes, quien
aseguró que era mejor hacer el viaje a principios de año antes de que
Obama termine su mandato, cuando aún hay tiempo para avanzar hacia la
normalización.
En cualquier caso, para los cubanos no hay nada mejor que escuchar y leer al propio Obama. Sus palabras no dejan lugar a la confusión. Vienen por nuestras cabezas con la navaja deslumbrante y envuelta en terciopelos, como para que la admiremos, y tan afilada que no se sienta al chocolate caliente derramarse de nuestras cercenadas gargantas. ¡Eh, y no es melodrama patético, que él es el emperador de turno! ¿Tienen dudas? ¡Leánlo aquí!
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