Me
recordó una película de la década del 50, un western
serie B de un director en el olvido. “El asesino anda
suelto”,
y como en el viejo thriller,
en Panamá hay un matón que exhibe con descaro su prontuario criminal frente a
los dolientes de un crimen incalificable. Félix Rodríguez
Mendigutía,
el ex oficial de la CIA que identificó a Ernesto Che Guevara en La Higuera y
decidió los balazos que lo mataron, se pasea por una ciudad crispada, que ha
tenido, probablemente, uno de los miércoles más largos de su historia.
Es
imposible no relacionar este hecho con un día en que cada hora pesó como una
montaña. Llevo más de 20 años como periodista, y jamás vi tanta noticia junta,
tantas conferencias de prensa, tantos hechos que merecían ser reportados, y
tanta rabia. Saber que este hombre está suelto en el Itsmo y que se auxilia de
una corte de delincuentes vestidos de “sociedad civil”, ha exacerbado los
ánimos. A la vergüenza de un foro que intenta legitimar a este tipo de gente,
se sumó la afrenta histórica que supone que Félix Rodríguez Mendigutía ande
suelto y desafiante en algún lugar de la América Latina y el Caribe, la región
por la que el Che dio su vida.
Eso
explica, entre otras cosas, por qué la delegación cubana al Foro de la Sociedad
Civil, preámbulo de la Cumbre de las Américas, protestó hoy cuando no fueron
acreditados 22 de sus miembros, ni por qué se retiró luego de la inauguración,
que sesionó en plenario. Si algo lo explica es la indignación colectiva, que
obligó a los organizadores a autorizar, pasaporte en la mano y sin credencial,
la entrada de todos los cubanos registrados previamente.
Explica
por qué siguieron las protestas dentro del salón plenario, donde sí tenían sus
credenciales un grupo numeroso de amigos o simpatizantes de Félix Rodríguez, y
por qué las canciones y las consignas siguieron mientras duró la inauguración
desangelada del foro de la Sociedad Civil, que trató de seguir su curso, a
pesar de que los ecos que provenían del estacionamiento del hotel El Panamá
debieron sentirse allí atronadores. O si lo prefieren, “consternados,
rabiosos”, como en
el poema que le dedicó Mario Benedetti al Che.
(Escrito por: Rosa Miriam Elizalde, publicado en: Ecos de la
Cumbre de Panamá)
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