Sugiero utilizar otro título que corresponda efectivamente a las
cuestiones de sociedad y política.
El
tratamiento de los temas de la dimensión política de nuestras sociedades está
obligado a tener cuenta sus especificidades. La diversidad es uno de los rasgos
principales de estas sociedades, y la pluralidad de prácticas, instituciones,
normas, valores, historias y tradiciones es una realidad ostensible al
aproximarnos a ellas. El repertorio de puntos que aparece a continuación del
título “Gobernabilidad democrática” responde a claramente a la ideología
referida y resulta parcialmente inatinente por su contenido. Es insuficiente
para que cada país dé a conocer lo que entienda necesario en el Foro Social. Lo
más conveniente entonces es que cada país organice libremente su exposición.
En
Cuba, la dimensión política de la sociedad es mucho más amplia y más rica que
el sistema político. A partir de 1959, el ejercicio de la actuación política
directa con muy alta conciencia de los derechos y deberes ciudadanos ha sido
una constante para la mayoría de la población. Estas prácticas no son
intermitentes ni de involucramientos parciales, sino constantes. Combinan las
motivaciones procedentes de una conciencia social de lo político y del valor de
la solidaridad humana y el patriotismo popular con los vehículos, la estructura
y la sistematicidad usual de los sistemas políticos. Lo político, y los deberes
a cumplir por el sistema político, incluyen en Cuba mucho de lo que en otras
sociedades se deja al arbitrio de otras instancias, con evidente perjuicio para
las mayorías, como la alimentación, la salud, el empleo y los derechos del
trabajador, la educación, la seguridad social, y otras necesidades del
individuo y los grupos sociales.
No
es posible representarse ni comprender la legitimidad del liderazgo que emergió
de la Revolución que triunfó en 1959, ni la legitimidad del sistema político
que se fue configurando en Cuba, sin partir de esos elementos, y sin añadirles
que el consenso por parte de las mayorías que el poder político ha gozado durante
más de medio siglo tiene bases muy firmes en el imperio de la justicia social,
la redistribución sistemática de la riqueza social en beneficio de esas
mayorías, la identificación general del gobierno como servidor de los altos
fines de la sociedad y administrador honesto –y no como una sucesión de grupos
corrompidos que medran, engañan y lucran–, y la defensa intransigente de la
soberanía nacional plena. En Cuba, esta no es un tópico de derecho
internacional ni de declaraciones políticas, sino una de las piedras miliares
de la dimensión cívica de la vida del país y una realidad política amada,
porque la soberanía plena fue conquistada por los esfuerzos y los sacrificios
de varias generaciones y se identifica como un valor decisivo para la vida
política y un ideal popular que no admite cesiones ni transacciones.
Las
prácticas y las experiencias prolongadas en el tiempo y convertidas en
costumbres y en cultura política constituyen factores decisivos de lo político
en Cuba. Hay que reconocer y valorar hechos y procesos fundamentales, como la
pacificación de la existencia personal y familiar, que garantizó y elevó la
calidad de la vida, las posibilidades, los derechos, los nuevos problemas y los
proyectos de las mujeres, los hombres, los niños y los ancianos. Al mismo
tiempo, en Cuba no existen desde hace más de cincuenta años la violencia en la
política, las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones forzosas, ni las
torturas a detenidos. Las tasas de homicidios y de consumo de drogas son bajas.
No existe en Cuba como problema de alguna entidad la seguridad de la población.
La corrupción y la violencia ligadas al narcotráfico, ese azote terrible para
tantas vidas, sociedades y sistemas políticos, no existe en Cuba.
La
legalidad y el pensamiento predominantes en Cuba le dan mucha más importancia y
funciones al poder político en su conjunto que a normas y equilibrios basados
en divisiones del Estado en varios poderes. Sus razones generales fundamentales
han estado, y siguen estando hasta hoy, en que la mayor parte de los países del
planeta solamente puede enfrentar los desafíos actuales con posibilidades de
éxito si cuenta con poderes muy fuertes que las mayorías sientan y respalden
como verdaderos representantes suyos, y que posean capacidad de movilizar recursos
de la sociedad y decidir y hacer cumplir las decisiones en muy diversas
cuestiones importantes. En Cuba esto se ha demostrado una y otra vez en la
práctica y ha creado una cultura sólida y muy compartida respecto a la forma de
gobierno. Uno de sus rasgos principales es la convicción de que es necesaria
una gran unidad política y de propósitos de la nación y la sociedad. Dos de sus
razones fundamentales son: defendernos de la agresión permanente, sistemática,
ventajista e ilegal que nos hace Estados Unidos; y sortear o resolver
parcialmente las profundas y abarcadoras desventajas económicas a las que nos
somete el sistema actual de financiarización, centralización y exacciones
parasitarias del capitalismo.
A
lo largo de todo el proceso iniciado en 1959 ha habido conciencia de las
ausencias y las deficiencias que provoca la necesidad de no arriesgar la
integridad y la capacidad defensiva del sistema. Pero siempre ha existido el
examen crítico de nuestras realidades desde adentro, ejercido por
ciudadanos e instituciones que aspiran al mejor funcionamiento del país y
defienden su soberanía nacional plena. Se han expresado siempre diferentes
criterios, y discutimos mucho entre nosotros. Fórmulas vacías, confundidas y a
veces malintencionadas, como la de que “Cuba debería cambiar”, no tienen en
cuenta dos realidades. Primera, que en Cuba ha habido numerosos cambios en los
diferentes campos del país, y los sigue habiendo en la actualidad, dentro de la
permanencia esencial que es su revolución socialista de liberación nacional y
su intento de crear unas personas, una sociedad y una cultura nuevas. Segunda,
que nadie puede ni podrá imponerle a Cuba cambios que no sean los que las
cubanas y los cubanos quieran darse libremente, en el ejercicio de su cultura,
sus intereses, sus ideales, sus proyectos y su soberanía.
Cuba
posee una enorme pluralidad social y una larga historia de organizaciones
sociales. Toda revolución es una gran fuerza unificadora, que barre diferencias
o las pospone, y a veces las oculta. Ha sido un signo importante de desarrollo
y madurez la inclusión creciente de ambas en los últimos veinticinco años,
tanto en la cotidianeidad como en la vida cívica. Que se haya transitado desde
las preocupaciones y la tolerancia hasta la integración con prestigio social
constituye un gran avance de las dimensiones políticas y sociales, que reconoce
a las diversidades como una fuerza extraordinaria del país y una riqueza
inmensa.
Existe
hoy una conciencia generalizada de que es necesario seguir avanzando en el sistema
político y en las demás dimensiones de la sociedad cubana, e inclusive
revolucionar y transformar lo que ha podido parecer lo mejor y lo que debe ser
permanente. En el largo y difícil camino de su liberación, los pueblos que
fueron colonizados y neocolonizados saben que están obligados a crear, y a
liberarse de las normas y las influencias de la dominación que no solo los
aplastó y esquilmó, sino que los enseñó a imitarla y creer en su superioridad o
inevitabilidad, o a permanecer en el mejor caso a su abrigo, eternamente
alienados.
Hay
dos Américas. Todos sabemos a cual pertenecemos. Los cubanos estamos orgullosos
de formar parte de lo que Martí bautizó como Nuestra América. Exponemos
nuestras realidades, problemas, proyectos y sueños, y tratamos de conocer los
de nuestros hermanos, para enriquecer con ellos la experiencia que tenemos y
los desarrollos que necesitamos.
Solamente
asumiendo que hay dos Américas, en todas sus realidades y sus implicaciones,
será posible que puedan sentarse ambas en un mismo lugar, y que comiencen a
exponer y a intercambiar acerca de sus realidades y sus proyectos, sobre la
base del más absoluto respeto mutuo. Sugiero que el Foro de la sociedad civil
de la VII Cumbre incorpore el contenido y el valor del legado político de José
Martí, y le saque provecho utilizándolo como uno de los materiales que guíen
sus propósitos y sus debates.
…….
[1]
Opinión acerca del tema “Gobernabilidad democrática” del Foro de la Sociedad
Civil que acompañó a la VII Cumbre de las Américas. Los puntos que debían
tratarse según su convocatoria constituyen un servicio ideológico prestado por
la Organización de Estados Americanos al imperialismo norteamericano y a la
dominación capitalista. La absurda prohibición de referirse a realidades
concretas de los países de la región evidencia que esa organización totalmente
desprestigiada que ya debe dejar de existir trató de reflotarse asumiendo un
papel de “mediadora”. El autor, naturalmente, no le hizo caso a sus
orientaciones.
Agradezco
mucho a Cubadebate haber publicado la versión primera de este texto, que
le entregué en Panamá. http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/04/12/politica-y-sociedad-en-cuba-revolucionaria/#.VS0RuWeNGKE
(Por Fernando
Martínez Heredia, tomado de Cubadebate)
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