El viejo Jius, como le decía un compatriota oriental por estos campos de Cuba Libre, que en Uruguay llamarían "pagos", se nos fue en silencio, así mismo como nos llegó; no sin cerciorarse antes que su América, la de las venas abiertas, la de los abrazos y los espejos, la de los días y noches de amor y de guerra, no se había comprado la oferta de apagar y enfriar las memorias del fuego en que ha ardido por más de 500 años, cuando Barack Obama se lo ofreció en Panamá.
En 2008 le había advertido al Presidente: "La Casa Blanca
será la casa de Obama pronto, pero esa Casa Blanca fue construida por
esclavos negros. Y me gustaría y espero que él nunca lo olvide", y pudo ver cómo estrechaba la mano del adversario cubano, feliz en su delirio de que “en un mundo donde el servilismo es alta virtud, resulta raro escuchar la voz de la dignidad que representa Cuba.
Esta revolución, castigada, bloqueada, calumniada, ha hecho bastante
menos de lo que quería pero mucho más de lo que podía. Y sigue
cometiendo la peligrosa locura de creer que los seres humanos no están condenados a la humillación de los poderosos del mundo.” Galeano tuvo tiempo en su cama de hospital para reirse de cómo la escuela del mundo al revés nos condujo a que hoy nuestro Norte esté en el Sur. ¡Hasta siempre, Maestro!
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