El triunfo de la Revolución Cubana ocurrió sobre el odio, la represión y el crimen. Su victoria fue contra una dictadura cuyos esbirros sacaban los ojos y las uñas, martirizaban hasta la muerte a jóvenes, o los lanzaban a las cunetas como las fieras selváticas lo hacen con los despojos de sus presas.
Quienes sedimentaron con su valentía, su sangre o la vida la apoteosis popular de 1959 y el nuevo pacto social, político y económico socialista que de ello derivó, llevaban a José Martí como estandarte moral, ético y justiciero. Nunca fue el odio sino el amor el sentimiento que, como definió hermosamente el Che, ocupó su corazón.